En 1838 inició su larga relación con Chopin, uno de cuyos episodios es la estancia en la cartuja de Valldemosa (1838-1839), que la escritora evoca en Un invierno en Mallorca (1842). A esta época, marcada por sus ideales sociales y humanitarios, pertenecen sus novelas Spiridion (1839), El «compagnon» de la vuelta a Francia (1841) -la primera novela francesa que tiene por protagonista a un obrero-, Horace (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845) y El pecado de Monsieur Antoine (1846).
Al producirse la revolución de 1848, acudió a París y participó de forma activa en los acontecimientos; sin embargo, tras imponerse la reacción del mes de junio, regresó a Nohant, donde residió casi de forma permanente hasta su muerte y desde donde protegió a escritores jóvenes, como G. Flaubert. Completó una serie de novelas sobre la vida campesina, que había iniciado con El pantano del diablo (1846): François le Champi (1848), La pequeña Fadette (1849) y Los maestros campaneros (1853).
Ya en el umbral de su vejez publicó una serie de relatos idílicos: Los apuestos caballeros de Bois-Doré (1857), El marqués de Villemer (1861), Mademoiselle La Quintinie (1863) y Laura (1864). Es autora también de libros de memorias (Historia de mi vida, 1855; Ensueños y recuerdos, 1871-1872; Impresiones y recuerdos, 1873-1876), y tras su muerte se publicaron su copiosa correspondencia y su Diario íntimo (1926).
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